
Imagen del satélite Rosat en su órbita alrededor de la Tierra (AP)
En su día, el satélite alemán ROSAT, un observatorio espacial en rayos X puesto en órbita en 1990, fue considerado todo un logro tecnológico, pero su tiempo se acabó y a comienzos de 1999 pasó a engrosar la lista de satélites no operativos a la que comúnmente llamamos basura espacial.
Desde entonces, la nave ha ido acercándose cada vez más a la atmósfera terrestre, puesto que una órbita baja no deja de ser una larga caída libre en espiral. De hecho, en la actualidad se encuentra a apenas 236 kilómetros de altura en una inclinación de 53 grados, y se espera que inicie la reentrada el algún momento entre el próximo 22 y el 24 de octubre, es decir, este mismo fin de semana.
Para poder observarla desde el suelo, es necesario que la máquina se mueva por la zona iluminada por el sol, siempre que el observador se encuentre en una zona crepuscular o directamente nocturna. Esto sucede normalmente después de anochecer o antes del alba.
Es probable que, si la tarde es despejada, un par de horas antes de que el sol se oculte se puedan divisar varios satélites orbitando sobre la Tierra sin ayuda de instrumentos ópticos. Se mueven por el cielo a una velocidad fija, aunque a primera vista parecen estrellas.
ROSAT es relativamente pequeño, así que no es tan fácil de observarlo como la ISS sin la ayuda de prismáticos o telescopio (se dice que su brillo es de tercera o cuarta magnitud), por lo que para poder verlo necesitarás acceder a cielos razonablemente oscuros.
Esta difunta máquina de 2,4 toneladas de mesa tiene una forma muy irregular, lo cual podrá hacerle bambolearse (y por tanto parpadear) durante sus últimos días.